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era un hombre feliz: tanto como puede ser lo un individuo que ha llegado a los 60 años con una esposa, cuatro hijas, una estancia con tres mil vacas, casa en la capital y treinta mil patacones en el .
era grueso de cara, de cuello, de pecho, de estómago, de vientre y de piernas: su estatura mediana y algo cambado. su fisonomía era abierta y franca hasta fastidiar a el que lo veía, sus cabellos eran castaños, sus ojos negros, pequeños y vivos; su nariz corta y ancha con dos agujeros que parecían ojos por lo visibles; su boca grande, cortada en tajo y estirada por las constantes afeitadas con que se mantenía sin bigote .
de temperamento sanguíneo exagerado y de buen diente, el tenía las mejillas siempre encendidas y hacía resaltar aquel apelonado olor la barba escasa, castaña, crespa y dura que a manera de barbijo circundaba su rostro.
, esposa de , tenía cincuenta años y era flaca y muy alta. su mirada era terrible. las cejas constantemente contraídas, sus ojillos grises, su nariz afilada, su labio inferior algo saliente y la actitud agresiva de su cabeza, le daban un aspecto de dominio y malhumor, que contrastaba con el semblante plácido y benévolo de su marido.
llamaban se las hijas de estos padres, , y , y eran las tres de un parecido tal, que bastaría a el lector conocer una para sacar por la cara y aspecto a las demás, confundiendo sus nombres si las viera juntas.
rubias, de pelo colorado, flacas como la madre, bajas como el padre, de boca grande como sus manos y sus pies, de color blanco amarilloso, de ojos celestes desteñidos, de frente y mejillas cubiertas de pecas, las tres hermanas se hallaban unas a otras feas y antipáticas y de ahí probablemente el malestar profundo que reinaba entre ellas, sus continuas reyertas y burlas y la contradicción constante en que vivían.
aquel grupo de familia, no hay que decir lo, vivía anarquizado.
, pacífico por naturaleza y por instinto, era el homo de la madre y las hijas.
de sus labios no salían sino sonrisas, y en los momentos críticos, cuando llovían los dicterios o se formulaba contra su persona una serie de cargos, él apenas balbuceaba disculpas pestañeando con tan acelerado movimiento de párpados, que parecía un muñeco obedeciendo a un resorte.
y sin embargo, declaraba a todos los que querían y no querían oír le, que era un hombre feliz.
y a su juicio lo era efectivamente, porque para él la felicidad consistía exclusivamente en tener siempre una buena mesa, mucha lana que vender en verano y dormir mucho en el invierno.
de vez en cuando hacía sus viajes a su estancia y no recibía mientras estaba ausente sino una o dos cartas de su mujer pidiendo le dinero o mandando le alguna cuenta, y a vuelta de galera venían fondos por la agencia para .
la familia había vivido siempre retirada: los instintos y la educación de sus miembros los mantenía alejados de todo centro de sociedad distinguida.
vivían en los suburbios en una casa grande, espaciosa, con tres patios, corral y huerta: gran puerta de cedro a la calle, los patios enladrillados, las piezas con papeles ordinarios, manchados y algo rotos en los alrededores de las camas.
en la sala había una alfombra descolorida, un piano de caoba oscuro, desafinado: sus teclas amarillas parecían dientes de vieja, y formaba el pedal una lira de bronce a la que le faltaba una cuerda, amén de no ceder a la presión de el pie.
dos rinconeras con fanales dentro de los cuales habían dos canastas de papel una rosada y otra azul; un espejo pequeño de luna ordinaria sobre el piano, una mesa de madera negra con cuatro patas, figurando grandes garras de una fiera desconocida ( quizá las de ) y encima de la mesa una lámpara de kerosene con pantalla de flores de papel, dos cajas de cartón recuerdo de el primer , como decía , un perrito hecho de lana teniendo dos cuentas negras por ojos, una de ellas rota y algo caída de el hilo, un florero forma sin un asa y en él un ramo de flores de el mismo género de las de la pantalla; frente a el piano y contra la pared un gran sofá de caoba y crin, con remolinos, como las cabezas de los muchachos y con puntas de crines que pinchaban como alfileres; una alfombrita cuyo dibujo representaba un perro y un gato en actitud hostil y agresiva ( quizá era una alusión a el grupo de la familia ); sillones y sillas de caoba y esterilla contra la pared; muchos retratos a el daguerrotipo sobre el sofá, en tal estado, que a el mostrar los la familia a alguna visita, colocaban a ésta en el paraje desde el cual medio se alcanzaba a divisar un bulto en el centro de el cuadro.
esa era la sala de la casa.
seguía a ella el escritorio e , como pomposamente decía , obligando le a su marido a rectificar cuando decía voy a escribir, asegurando que debía decir se voy a el escritorio.
una mesa, seis sillas, un sillón de paja, varios cuadros, un estante de libros: he ahí el mueblaje de el escritorio.
en la mesa había un gran tintero de barro cocido, pintado de negro y con toscos golpes de polvos de bronce: representaba a y sus hijos, y , y las hijas de estos decían que " aquello había pasado una vez en una casa a donde se habían entrado unas serpientes a la hora de la siesta ".
¿de qué año era la mesa escritorio de ? ¿a qué época pertenecía? ¿dónde había podido comprar se aquel rico mueble en un tiempo, hoy echado a perder por las composturas y remiendos de pino pintado, por los tajos hechos de propósito con cortaplumas?
imposible averiguar la historia de aquella pieza de jacarandá, llena de molduras, con graciosos filetes de bronce hoy destruidos, con sus ocho cajones cuyos frentes era un enjambre de dibujos de mérito.
decía que aquel mueble lo había comprado en la calle de la .
la cartera que en la mesa servía para escribir, era un empedrado de cuentas y mostacillas: de lejos creía uno que era un incendio, algo más cerca parecían frutas, después flores, más tarde una escena infernal y por último, lo que se ponía a tiro de certidumbre, se caía en que todo aquello eran letreros que decían:
" recuerdo a nuestro querido papá, en el día de su nasimiento tal cual ). — 31 de mayo de 1870. — sus hijas le dedican este recuerdo ".
aquel frontis tenía la loca alegría de un carnaval por los colores y traía a la vez un recuerdo de cementerio: parecía una lápida por su dedicatoria.
¿cómo podía escribir sobre aquella cartera? de ningún modo, porque él como su mujer y sus hijas cuando escribían en aquella mesa, lo hacían poniendo a un lado la cartera, era imposible escribir sobre aquel verdadero empedrado.
además de el tintero de barro cocido, tenía otro de su preferencia, de mármol de la , obra de arte pampeano debida a la mano de el capataz de la estancia , de propiedad de el .
el susodicho capataz había tallado una torre de ocho lados, con una gran base cuadrada y arriba en la cúspide de la torre, que tendría una cuarta de alto, estaba el pozo, es decir el depósito de la tinta.
la rectas eran dudosas, las proporciones estúpidas. en los ocho lados que tenía la torre había dibujos incomprensibles, destacando se en uno de aquellos, en dimensiones que acusaban el gozo secreto de el proyecto de artista, la marca el establecimiento que compró en la testamentaría de su padre.
aquel tintero tenía dos millones de defectos, pero el más grave de todos era la altura; de ahí que la pluma tropezara a menudo y el famoso monumento se cayera sobre la mesa llenando lo todo de tinta, con grandes gritos de las hijas y apóstrofes insultantes de la madre dirigidos a el bonachón de que no sabía decir otra cosa que: ¡si no es nada! ¡si no es nada!
la biblioteca de era curiosa. doy su catálogo porque es digno de conocer se:
— manual de el estanciero ( sin tapas ).
— , , tomo.
— , 2 tomos truncos rotos y muy usados.
— manual de el cabo y sargento.
— o sea arte de vivir en gracia.
— manual de el jardinero.
— manual de cocina, lleno de papeles señalando páginas.
— los tres mosqueteros.
— , , 1 tomo.
— dos libros en alemán.
— las iras de o los grandes dramas de la existencia, novela en 4 tomos, por . el se suscribió a ella cuando se repartía por entregas y la mandó encuadernar y poner en marco las láminas que adornaban después las paredes de el escritorio.
— los siete pecados capitales, 2 tomos.
— medicina popular o sea el a el alcance de todos, anónimo.
— , trunco.
— ramilletes fragantes, poesías de autores desconocidos.
— historia de un malvado, novela por .
— , 1 tomo, con los cantos hechos pedazos.
— , 2 tomos ( almanaques, guías, tesis de médicos y abogados, oficial de el año 53, etc., etc. ).
— la raza caballar, 1 tomo.
— la .
— la .
— manual de el zapatero.
— los ferrocarriles de el mundo, trunco.
— estudio sobre los bichos colorados, con láminas, anónimo.
— , en inglés, trunco.
— los pleitos, los pleitistas y la gente de pega, novela de , completa, las láminas clavadas con alfileres en el cuarto de .
— , 1 tomo.
— enfermedades de el estómago, anónimo.
— memorias de el general , 1 tomo.
— diccionario de legislación de ( comprado como un servicio de amistad por a la viuda de un escribano ).
— .
— para aprender el inglés.
— el año cristiano.
— arte de domar potros, anónimo, las láminas puestas en cuadro adornaban las paredes de el escritorio.
— el terremoto de la , novela en 3 tomos, anónima.
— .
— notas a el , 1 tomo.
las demás tablas de la estaban ocupadas por una tijera de esquilar rota, muestras de lana, un churrinche embalsamado, un gran huevo de avestruz, un montón de semillas de alfalfa, una pila de latas ara la esquila, un cuchillo cabo de plata, folletos, papeles, paquetes de cartas de el mayordomo, etc.
arriba de el estante se veía un busto con media cabeza rota. hecho en yeso. un día jugando a el volante con una de sus hijas volteó el busto y aunque su hija corrió con el vestido tomado haciendo bolsa, el busto perdió la frente. esto no impidió que dando grandes gritos, volviere a colocar lo en su sitio.
en una de las paredes de el cuarto se veía un gran cuadro. era una vista de la estancia hecha por , simple aficionado... a los mamarrachos.
cuando concibió la idea de hacer aquel desgraciado trabajo, compró una cajita de pinturas de diez pesos y pasó un mes en la estancia dedicado a su empresa.
formaba el lienzo, lo llamaremos así, dos pliegos de papel pegados en sus bordes.
había allí una casa torcida, animales raros, vacas que parecían ovejas, caballos que parecían burros, pasto que parecía un monte de duraznos, árboles que parecían hombres y hombres que tenían el aspecto de troncos o de ramas.
lo que estaba mejor eran los corrales: a el menos las líneas iguales no dejaban duda de la intención.
aquel era el escritorio de , donde el lector presenciará escenas que le llenarán de asombro.
después de el escritorio de seguía el cuarto matrimonial con su enorme cama camera de jacarandá tallada, con grandes pilares y teniendo a la cabecera un altísimo respaldo con labores: en las paredes de éste una media docena de cuadros a el óleo, casi borrados, de mérito dudoso, cuyos temas eran escenas de la vida romana; una imagen de la , un tallado, obra escandalosa de algún desalmado cortador de madera; una rinconera con una palma bendita de una vara de alto, trenzada de ocho, en dos partes, y salpicada de moños de raso color ladrillo y azules; un gran lavatorio de caoba con un cajón sin perillas, sobre él un juego de loza piedra con la jarra sin asa, la palangana con un pico y la jabonera punzó con medallones con cabezas griegas; un sofá de caoba y crin, una mesita de noche y sobre ella un gran candelero de loza y una caja de rapé que vivía allí y era de pertenencia exclusiva de ; cuatro sillas anchas de caoba y esterilla en el asiento y en el respaldo... todo esto formaba el cuarto de los esposos.
seguía después el comedor que tenía sólo una larga mesa de caoba, un aparador de ídem muy maltratado, sin perillas en los cajones, sin llaves y con grandes trozos de chapa arrancados o caídos; una docena de sillas, dos alacenas, y sobre el marco de la chimenea unos cuantos muñecos de porcelana pintada, y un reloj americano descompuesto y sin minutero.
después de el comedor ocupaban tres piezas las señoritas .
¿para qué describir las? eran análogas en sus muebles a las anteriores, con sus tres camas de hierro iguales, con sus idénticas colchas de damasco amarillo, sus tres lavatorios pequeños de hierro y sus tres estantes de pino pintado de colorado, no imitando, sino insultando a las hermosas vetas de la caoba legítima.
debemos hacer una salvedad: en el cuarto de , la más presumida de las hermanas, había un tocador, hecho, arreglado, o dispuesto por aquélla.
formaba este tocador un cajón de pino en que envió de su estancia una vez dos avestruces pichones ( que llegaron muertos ). este cajón estaba forrado de damasco de lana color verde; sobre él y clavado en la pared había un espejo de pésima luna, marco de pino con viruelas rojas y sobre ellas un barniz que brillaba como la luna de el espejo. de un gran clavo colocado a distancia de un metro y medio de la mesa, pendían dos cortinillas de muselina que se abrían dando paso a el espejo, cortinillas tan ajadas y manoseadas que parecían de papel de seda.
aquel tocador soportaba el peso de infinidad de zarandajas recogidas por de yapas e tiendas, mercerías, baratillos y almacenes, amén de algunos regalos hechos por la ventana en dos o tres carnavales por vecinos de la casa, grandes jugadores a huevos y bombas. queda por describir el resto de la casa.
cuarto de baño: una tina de zinc inmensa y abollada, dos sillas y una mesa con una pata rota y recostada a la pared.
patios: plantas, en tinas y en el suelo, jaulas con jilgueros y cardenales, un loro en un aro de hierro pendiente de el techo de el segundo zaguán. — aljibe y pozo.
huerta: varios árboles frutales, un gallinero de cañitas, patos, pavos, dos teros, gran cantidad de pollos, seis gansos, un charco de agua, tres sogas, ocupadas siempre con ropas para secar.
la casa estaba alumbrada a kerosene, y de noche un gran perro de agua echado en el zaguán hacía de farol de gas, según decía , refiriendo se a su vigilancia.
a la seis de la mañana todos se hallaban en pie: se almorzaba a las nueve, se comía a las cuatro y media y y cenaban ( y lo hacían en regla ) a las diez, y a las diez y media todos dormían como los seres más felices de este mundo.
a aquella casa no iban otras visitas que las de el barrio: dos viejos amigos de , el boticario de la esquina que solía ir a tomar mate a las siete de la noche, y unas cuantas señoras ien vulgares y chismosas, razón por la cual congeniaban con .
las hijas de esos visitantes eran amigas de las hijas de y todas juntas estaban cortadas por la tijera de el más refinado mal gusto, sobre el paño de la más dolorosa ignorancia.
no sospecharon jamás ni ni que aquella vida monótona, que aquellas grescas domésticas, que aquella existencia tan garantida por los cueros y las lanas, pudiera ser alterada por acontecimientos que habían de llegar a conmover profundamente su hogar.
un día conversaban de sobremesa tres amigos en el , a eso de las 7 de la noche.
eran tres jóvenes elegantes, de esos que viven en el año siguiente, por las deudas que les acarrea la vida de lujo y sibaritismo en que malgastan su salud y esterilizan su inteligencia.
la comida de aquel día había terminado alegremente. humeaba el café en las tazas, y hacían compañía a éstas, pequeñas copas de cristal cortado, llenas de un pálido de alto precio.
los ricos y largos cigarros habanos recién encendidos perfumaban el ambiente con aroma agradable. eran la firma puesta a el pie de la cuenta que acababa de pagar uno de los anfitriones.
sobre la mesa se veía una botella de , una de y dos medias de château laro se que estaban vacías como las diversas copas en que se había servido cada vino; algunos restos de frutas, un poco de mayonesa caída sobre el mantel, platillos con sólo las señales de que allí hubo manteca, dos o tres rábanos, mucha miga de pan, algunas manchas de vino, cáscaras de queso, y unos ramilletes de flores que una vendedora acababa de dejar a los jóvenes amigos.
todo aquello acusaba una comida de gastrónomos.
a la verdad que eran aquellos tres buenos mozos, de hermosas cabezas, finos modales y trajes irreprochables: tenían los tres ciertos golpes de peine en el cabello, ciertos cortes de navaja en las barbas o bigotes, ciertos detalles de pecheras, botones de camisa, anillos, etc., que cuadraban admirablemente a sus maneras desenvueltas, de esas que no se adquieren en un día ni se pierden en cien años.
no era difícil calcular la edad de aquellos tres amigos; debían ser poco más o menos de la misma edad: 30 a 35 años.
llamemos les , y y entremos de lleno a escuchar su conversación.
— miren ustedes — decía , dirigiendo se a los otros dos —, sobre esta cuestión de cómo se vive bien, se come bien y se duerme bien, he pensado mucho sin hallar hasta hoy solución a el problema. una fortuna da tranquilidad de espíritu hasta para hacer se un sabio. vaya uno a leer y estudiar cuando está preocupado de el sastre, de el peluquero o de el sombrerero...
— se renuncia a el sastre, a el peluquero y a el sombrerero — interrumpió con una sonrisa burlona.
— primero renuncio a la fortuna. no comprendo la vida sin buena ropa, perfume en el cabello y... ¡dinero!
— es decir — terció —, que no podemos comprender la vida sin deudas. ¡a fe que lo sabemos!
— luego el busilis — prosiguió —, está en encontrar la fortuna de alguna manera. ¿cómo puede encaminar se uno a ese anhelado fin? para mí por sólo tres caminos: un buen negocio, una lotería o una mujer rica...
— ¿aunque sea un espanto? — preguntó riendo se .
— ¿aunque sea una arpía? — preguntó a su vez .
— ¡aunque sea una espantosa arpía! — contestó resueltamente .
— primero morir se — dijo .
— mejor es suicidar se — añadió .
— pues les digo a ustedes que así discurría yo también antes; pero estoy fastidiado de caritas bonitas y bolsillos vacíos. no soy de la escuela de contigo pan y cebolla, y me conozco lo bastante para saber que así no me he de morir. eso de sentimiento y de corazón será muy bueno, y comprendo que haya jóvenes que se casen a el entrar a el mundo queriendo con toda su alma, pero a mi edad, ya cerca de los cuarenta... ya, no es posible alimentar se de ilusiones y esperanzas...
— ¿pero hablas seriamente o es el vino el que te inspira? — le interrumpió .
— les hablo a ustedes con mi cabeza despejada. el buen marino no se marea, y ustedes conocen mi cabeza.
— pues me asombran tus reflexiones — murmuró —, que dan por resultado esta aberración: ¡posibilidad de que te cases!
— ¿ dices? plan hecho y próximo a poner se en ejecución.
— ¿qué dices? — exclamaron y con semblante sorprendido.
— que era éste el postre que les reservaba. oigan me ustedes. encerrado en el círculo formado por estas palabras, negocio feliz, lotería o casamiento, no tenía cómo elegir: elige quien puede libremente optar por uno, entre dos o tres caminos, pero cuando no es posible tomar sino una senda, se lanza uno a ella...
— ¡aunque lo lleve a el infierno! — exclamó irónicamente .
— sea, continuó , pero entre el infierno actual sin medios de fortuna y el infierno con riquezas prefiero este último.
— ¿cómo se busca una mujer rica y se alcanza su mano pronto?
— es esto más difícil de lo que parece y aquí entra lo gracioso. resuelto a casar me con una... fortuna, ¿a qué creen ., que acudí?
— a recorrer nombres propios...
— a las listas de los ...
— nada de eso: eso era salir de mi plan. ¡acudí a el... !
— cada vez entiendo menos y me parece que te estás burlando de nosotros — dijo .
— no tal, no hay tal burla. en el están las zonas de tierra de propiedad particular y por lo tanto...
— buscabas un rico...
— ¡con una hija casadera y lo encontré!
— ¡mozo, verde! gritó riendo se de buena gana y echando se de brazos sobre la mesa como quien se dispone a oír algo muy interesante.
— pues sí — continuó —, hallé mi hombre primero y ayer hallé mi mujer... estudié el gran mapa una noche entera: tomé datos sobre posición de las tierras, cañadas, lagunas, arroyos y sobre todo, de las leguas pertenecientes a cada propietario. encontré un nombre que tenía cinco leguas en el partido de... ¡nada menos que en este partido!
— ¡eres un cínico! — murmuró , moviendo la cabeza.
— lo reconozco: te prevengo que es pobre esa clasificación para la que yo mismo me he dado. con decir te que si hasta aquel momento tuve un alma, la colgué de la percha de mi cuarto de baño, te lo digo todo.
— continúo. el propietario feliz de aquella zona deliciosa, con aguadas permanentes, pastos tiernos...
— ya has estudiado a y .
— ¡podías ser mayordomo de un establecimiento!
— digan . todo lo que quieran después, pero dejen me explicar mis trabajos...
— supe que el propietario de aquellas cinco leguas tenía en ellas muchas vacas, muchas ovejas, muchos... pesos: total de su fortuna, calculada por lo bajo, doscientos mil patacones.
— ¡doscientos mil patacones!
— ¡alabado sea ese señor!
— pues sí, efectivos, reales, contantes casi en su totalidad.
— ¿y ese afortunado propietario se llama?
— ¡se llama ! — exclamó levantando la cabeza y llevando se el pañuelo a la boca para ahogar una carcajada.
la risa de los tres amigos duró largo rato. costaba reanudar la narración. fue a llevar a los labios su copa de y estalló en otra carcajada salpicando con el licor a sus amigos y manchando se él la pechera y la levita.
los tres se levantaron para seguir riendo se a no poder más.
en aquellos momentos tomaba tranquilamente mate con el boticario en la huerta de su casa, ambos en mangas de camisa, montados en sus sillas respectivas y uno enfrente de el otro como dos gallos en pelea.
el bueno de no podía sospechar que a la misma hora su nombre levantaba tal tormenta de carcajadas estruendosas.
costó mucho trabajo volver a la seriedad.
mismo no pudo menos que reir se, acercando se a la mesa a presenciar aquella escena alegre.
la presencia de hizo volver poco a poco a la mesa a los amigos, continuando su narración.
— pues bien. es padre de tres hijas, feas como no han visto . otras.
— más que las de...
— y las de...
— ¡mil veces más!
— ¡ !
— las tres hijas de el respetable ...
— ¡ , la respetable es su fortuna!
— esas tres ninfas se llaman , y... no me acuerdo de la tercera.
— nombres de cueros recién descubiertos — dijo —, que tú tratas de adquirir...
— ¡ ! — vociferó tirando le una miga de pan a la cara.
— todo sea por amor... ¡a las cinco leguas! continúo por la centésima vez. de las tres hijas...
— la más fea te llevarás volvió a interrumpir .
— exactamente. he elegido a ; un espanto, una mujer horrible, llena de pecas, de pelo rojo, de formas grotescas, vulgar, ignorante...
— ¡vaya, eso y un remington sobre la frente es la misma cosa! — murmuró .
— peor, porque un remington mata y promete los más horrorosos martirios a su futuro... si es que tengo la felicidad e que me acepte. es un infeliciano cobarde como una gallina, se mete bajo la cama a un grito de su mujer: no sabe más que vender la lana, cueros, astas, etc., cobrar, embolsar, depositar en el ...
— ¡depositar en el !
— como . oyen. es la horrible esposa de mi suegro...
— ¡luego ya te das por yerno!
— ¡sueño con esa dulce felicidad... de que la libreta de depósito esté a nombre de los dos!
y sus hijas viven en los arrabales, en un caserón con veinte patios, corral, gallinas...
— ¡otra estancia!
— pues, como que es de propiedad de mi futuro papá político y según el registro de contribución directa que vi ayer...
— ¡oh, previsión!
— está valuada en veinte mil pesitos... cómo me puse en comunicación con , lo van a saber también .
— ¿entonces, ya le hablaste?
— no.
— ¿le escribiste?
— sí.
— ¿y te contestó?
— sí, y aquí tengo su contestación.
y a el decir esto sacó una cartera de cuero de y dentro de ella un papel rosado doblado en cuatro.
desplegó la carta de y cayó de ella un pensamiento seco.
los tres amigos rieron de nuevo a descostillar se, según la frase consagrada.
— ¡yo creía que iba a caer de la carta una flor de cardo! — dijo .
— y yo un vellón de lana — añadió .
— voy a leer... es decir, voy a traducir... es decir, voy a descifrar...
— pues, patas de moscas...
— de ovejas — dijo seriamente — ¡miren . el tamaño de la letra!
pasó la carta a sus dos amigos, disputando se cada uno el derecho de leer la primero.
la arrebató de manos de y cediendo éste y se puso a leer a media voz, suspendiendo la lectura a cada momento para mostrar el original a los otros.
la carta estaba concebida textualmente en estos términos.
" — tomo la pluma para escrivirle a contestando su biyete que mea echo sufrir loque no tiene una idea apenas la resivi mescondi pa lerlo sola escondida pero no savia loque me pazava de ber su atrebimiento se conoce que no cono se ami mama y mi papa que son muy rigido y llo soy muy birtuosa asies que no zavia que hacer hasta que me resolbi acontestar le porque considero que es un ombre desente incapas de engañar auna povre niña como llo me pide una sita y llo no puedo aseder aeso mas bien agase presentar con un amigo y lindico pa eso a mi primo que es empliao y deve conoser pues esempliao como le digo no tengo inconbeniente en asetar su amor espero pase por casa todas las tardes lo esperaré en la puerta ola bentana llo sufro mucho espero que no aorará deligencia por nuestra felicidad no me olbide su serbidora ".
— es un plan bien curioso — dijo a el terminar —, que bien llevado puede dar por resultado que seas dueño de ...
— y de los millones consabidos — añadió .
— y lo que es por ahora, puede costar nos la risa una enfermedad — volvió a decir .
— ¡pero . no me dejan terminar! — exclamó con impaciencia.
— luego tienes algo más...
— ¡pero mucho más! ese ...
— ¡ ! gritó .
— ese primo de mi futura es empleado...
— ¡ !...
— ¡en el telegraffffufff! — como dice en la improvisada.
— pues como decía, ese es ya, ¡mi amigo!
— ¡nuestro amigo!
— exactamente. mañana come con nosotros.
— ¡ ! — gritó —, para mañana una comida para cuatro... y ¡criolla ¡— es — continuó —, un paisanito refinado, con levita negra muy prendida, pantalón ancho, zapato y sombrero chambergo. usa toda la barba, que es un monte espeso impenetrable, fuma todo el día cigarros negros, uno tras de otro; es pasionista furioso de las riñas de gallos, a las que es infaltable los domingos...
— ¡magnífico! y ¿cómo hiciste amistad con él?
— en sólo media hora. fui el primer día a su mesa, inventé un asunto en despacho, me invitó a sentar me, trabamos conversación y de uno en otro tema llegó la hora de ir se.
salimos los dos juntos.
— para dónde va .? — me preguntó.
— por donde . vaya, me es indiferente; es temprano para retirar me. si usted no tiene inconveniente, caminaremos unas cuadras.
lo acompañé hasta su casa y allí le dejé una tarjeta mía, negando me a entrar, porque me pareció ya demasiado.
a el día siguiente me quedé en casa y le escribí cuatro líneas muy atentas pidiendo le tuviera la bondad de ver me porque tenía algo que encargar le y me encontraba indispuesto.
a las cuatro y media golpeaba la puerta de casa y un momento después nos encontramos en mi cuarto bebiendo cerveza como dos grandes amigos.
le propuse un negocio que él aceptó inmediatamente.
le ofrecí una comisión de tres mil pesos.
el negocio era... pero esto se los contaré después. lo que les interesa a . es saber el estado actual de mi negocio, es decir, ¡de mi casamiento.
— ¡lo primero, lo primero! ¡el negocio!
— pues bien, habló de todo, de política, de riquezas y pobrezas, de la injusticia que se hacía en posponer lo cuando tenía su empleo desde 1868, para el primer cólera, como él decía.
— pero no hay vacante allí ahora — le interrumpí.
— sí, pero va a haber.
— pues cuente . con que será ascendido...
— ¿cómo? será posible que ,..
— ¿y cómo no, amigo? a mí me gusta servir a los amigos.
yo lo conocía a . mucho de vista; me ha sido siempre simpático y ahora con más razón...
— es decir que . podría...
— dé lo por seguro. el jefe de su oficina es íntimo amigo mío. dé lo por seguro.
se levantó y me estrechó las dos manos. éramos ya dos grandes amigos.
rodó la conversación sobre muchachas lindas y feas.
yo le hice largas digresiones sobre las mujeres; le conté historias de aventuras que aseguré me habían acontecido y por supuesto yo era siempre en ellas un irresistible.
estaba con la boca abierta.
de repente le dije mirando lo de frente:
— hombre, . tiene unas primitas muy interesantes.
— ¿quién? ¿yo? ¡ah! ¿las de ? ¿ . las conoce?
— hace mucho tiempo. es decir conozco a una a la que le huyo...
— ¿qué me cuenta? ¿y por qué le huye?
— amigo, porque es una mujer muy interesante...
— ¿cuál? ¿ ?
— no, me parece que se llama .
— ¡ah! exclamó mirando me azorado.
— pues sí, varias veces he estado tentado de hacer me presentar y...
— ¿y qué hace pues?
— ¡el miedo a el casamiento, amigo !
— ¡y mi tío que es lo más bueno
— ¿sí? no lo conozco sino de vista.
— si quiere lo presento.
— más adelante, otro día, en fin, allá veremos.
así terminó ese día, es decir anteayer, nuestra conversación. ayer cuando me sentaba a almorzar recibí una carta de por la cual me invitaba a comer con él, en su casa.
— ¿y aceptaste? ¿y fuiste? — interrumpieron y .
— y acepté, y fui, y comí y charlamos y... todo quedó admirablemente arreglado. mañana seré presentado en casa de mi idolatrada ...
— ¿y dices que mañana también comerá aquí ?
— sí, pero sólo conmigo. . van a echar a perder todo mi plan.
— ¡las once de la noche! — exclamó parando se —, y yo que tengo que ir a el jardín ...
— y yo a acostar me y soñar con mi — dijo riendo se de buena gana.
— ¡y yo tengo miedo de soñar con la y ! — añadió .
los tres amigos siguieron conversando hasta despedir se en la puerta, tomando cada cual por rumbo distinto.
¿qué pasaba dos días después en casa de ?
apareció allí a la hora de el almuerzo.
— ¡ahí está ! — gritaron las muchachas levantando se de la mesa en tropel.
entró y le acosaron a quejas y preguntas.
— ¿qué milagro es éste?
— ¡dichosos los ojos que te ven!
— ¿qué te habías hecho, sobrino?
— hace como un mes que no te veíamos.
— ¿y tu mamá?
— ¿y tus hermanas?
— ¿has almorzado?
que conocía a sus tíos y sus primas no contestó nada, tomó una silla y se sentó en la mesa sin más preámbulo, diciendo:
— voy a almorzar.
— ¿y qué traes de nuevo? — preguntó comiendo se dos rábanos.
— ¡ah! mi tío, ¡tenemos mucho que hablar!
se puso blanca como el mantel.
— mi tío, mire la cara de ...
— está débil — dijo .
— si no come nada esta niña — murmuró , mordiendo un buen pedazo de pan.
— nada de eso, nada de eso mi tío. parece que ... tiene por ahí alguna cosa...
— ¡qué ocurrencia! — exclamó — cómo si no supiera yo que no hay nada...
— pues no sabe . nada mi tía... ¿no es verdad ?
— ya sé que estás burlando te de mí, por eso no te digo nada.
— vas a comer un pastel de choclo, sobrino — murmuró ...
— ¡ ! — le interrumpió su esposa —, este no piensa sino en comer, aunque se trate...
— ¡de el casamiento de mi prima ! — gritó tirando le a ésta una pelotilla de pan.
se puso roja como su cabello: las hermanas chillaron, se levantaron, la abrazaron, la hablaron en el oído, se rieron a carcajadas; los esposos miraron sorprendidos a , la chinilla que servía la mesa salió corriendo para adentro. en suma, reinó la más grande confusión sin que pudiera decir una palabra a su favor.
— ¿hablas serio? — preguntó con una mirada terrible.
— formalmente mi tía. hay un mozo interesado: me ha pedido que lo presente...
— ¿te ha pedido?... — dijo dejando caer una papa de la boca.
— te ha pedido que lo... — murmuró con el semblante radiante de felicidad.
— ¿que le presentes? — gritaron las muchachas, incluso que no pudo contener se y corrió a abrazar a su madre. ésta, sorprendida, le dijo:
— luego, ¿lo conoces?
— sí, mamá.
— ¡y no me habías dicho nada!
— ¡tenía vergüenza!
— ¡vergüenza de tus padres!
— perdone me, mamá.
— ¿y dónde lo has visto?
— pasaba por aquí todas las tardes...
— sea lo que sea... — terció — ¡aquí está el retrato de mi futuro primo!
y a el decir esto sacó una hermosa fotografía de esas que salen de casa de y .
todos querían arrebatar se el retrato: triunfó que, levantando lo en el aire, corrió con él hasta una puerta.
— ¡qué buen mozo!
— ¡qué lindos ojos!
— ¡qué elegante!
decía a todo llena de satisfacción: ¡ya lo creo!
había causado el mejor efecto: se había ganado la buena voluntad de todos.
no podía disimular su inmensa satisfacción; pero su gozo se trocó en rabia cuando vio que le hacía los debidos honores a un choclo inmenso que mordía furiosamente.
— pero , ¡sigues comiendo! ¡no te importa nada! ¡ni la felicidad de tus hijos! ¡ , qué hombre!
— es que esperaba el retrato...
— tome papá — dijo pasando se lo.
a el tomar lo quiso la fatalidad que se escapara de sus manos cayendo la tarjeta en un plato de caldo.
el lector puede imaginar se la algarabía que causó aquel desastre.
se agarró la cabeza con las dos manos vociferando, las muchachas levantando se se atropellaron, metió la mano en el plato y llorando limpió el retrato con el pañuelo.
acostumbrado a aquellas escenas edificantes pinchó una aceituna y se la echó a la boca con toda tranquilidad.
pasados los primeros momentos, todo volvió a quicio, dando se amplias explicaciones por de quién era , que aspecto tenía, lo simpático que era y lo rico que debía ser por la casa que ocupaba, los trajes que vestía, las joyas que llevaba sobre su cuerpo.
participaba de la alegría general dando suspiros, riendo se sola, torciendo se las manos y levantando los ojos a el cielo con el semblante inundado de el más infinito gozo.
hasta el loro, estimulado por el bullicio de aquellas cotorras, comenzó a dar grandes gritos llamando a y .
— ¿conque mañana va a venir? — preguntó ésta.
— sí, mi tía, mañana a las ocho vendremos.
— ¡y yo tengo que ir me mañana en el tren de las seis a la estancia!
— ¡pues no te irás! ¡vaya una ocurrencia! ¡ausentar se cuando viene una visita! ¡este tiene unas cosas!...
— es que la esquila...
— ¡qué esquila me has dado a guardar! — vociferó derramando la leche con que servía el café... — ¡ ! ¡mira lo que me has hecho hacer!
¡ah! ¡dios mío, si eres insoportable!
se sometió.
— bueno, mi tía, vea cómo se porta .
— no faltaba más sino que también se hiciera la mona. ¿cómo se ha de portar? perfectamente: con toda atención; ya sabes que estas ocasiones no se desperdician. a bien que si andas lerda... es preciso que te arregles bien y te pongas el vestido de seda azul con adornos rosados.
— mejor es el verde mar — dijo .
— mejor es el de percal blanco con motitas negras — murmuró — con ese me conoció — añadió suspirando.
— pues hija, con ese entonces. puedes poner te mis aros de esmeraldas.
— yo te presto mi prendedor de ágata.
— yo mi peineta de coral.
— te pones una flor en la cabeza. ahí está abriendo un jazmín.
— más lindo es un ramito verde.
— pues a mí me parece — dijo —, que lo mejor es una vincha de la cinta de gró celeste...
— está manchada con aceite de la lamparita.
— eso no se ve. yo te arreglaré la cabeza hija. no perdamos tiempo. es necesario hoy poner se a arreglar la casa: todos tienen que ayudar, empezando por ti .
— yo...
— sí, tú. tienes que arreglar tu escritorio.
— está arreglado y...
— ¡qué ha de estar arreglado! allí ha de ir a fumar ese señor contigo. debes invitar lo a comer, a que venga cuando quiera. es natural que quiera conocer la casa. . arreglan los patios; que la china barra bien todo.
tú lavas los paños de crochet...
— ¡el de las dos urracas está roto!
— se zurce. hina poné planchas, y después lavá u vestido negro y lustráte os zapatos, guardando los bajo tu catre para mañana.
tú, , tienes que fregar bien el candelabro y el mate de plata y las saliveras de bronce, y después lustras el piano y estos otros muebles...
— yo tengo nueces en mi cuarto — dijo .
— y tú, — prosiguió con la gravedad de un general que da órdenes para librar una batalla —, tú tienes que estar en todas partes, arreglando lo todo. ¡ ! ¡y no se mueven todavía! ¡ah! ¡qué diferencia de mis tiempos!
— bueno, mi tía, hasta mañana, entonces. de manera que puedo decir le a mi amigo que...
— sí, sí, que lo esperamos mañana — exclamó .
— pero bueno es que le expliques — dijo muy formalmente —, que viene a una casa...
— ¡ya! ¡ya! ¡no tenga . cuidado!
— conmigo no se ha de jugar ese mozo. ante todo es preciso que sepa con qué gente va a tratar.
se despidió para ir en busca de , haciendo así la rabona a el empleo, y la familia se puso en movimiento.
las muchachas y se levantaron los vestidos prendiendo se los a la cintura con alfileres; se ataron las cabezas con grandes pañuelos de algodón de colores, y armadas de plumeros, de cepillos, de escobas, comenzaron a revolver la casa entera, sacudiendo alfombras, limpiando muebles, moviendo estantes, sacando sillas a el patio, etc.
, con una escalerita de mala muerte, hacía viajes de un cuarto a otro repasando los cuadros.
en uno de los viajes con la escalera a cuestas se llevó por delante a , dando le un golpe en las narices: brotó la sangre, chilló la muchacha, corrió la madre y a el ver lo que sucedía se cuadró como un sargento ante y lo anonadó a improperios.
— ¡mira cómo has puesto a tu hija! ¡más te valiera haber te ido a la estancia! ¡ , si esto no tiene nombre! ¡ , qué hombre tan inútil! ¡qué zángano! ¡y tan luego a ! ¡cómo va a presentar se mañana con las narices hinchadas!
habló sola un cuarto de hora, mientras y le lavaban las ya hinchadas narices de .
agarrado de la escalera no sabía qué hacer, hasta que a los gritos de se decidió a volver a su escritorio y encaramar se de nuevo a sacudir los cuadros.
había recibido un buen golpe y fue necesario curar la, poniendo le diversas unturas caseras, amén de un gran pañuelo de color con que le ató la cara.
¡ estaba horripilante!
, comiendo con , supo lleno de gozo el buen recibimiento que le esperaba.
la noche convenida, a las ocho, partían en carruaje los dos amigos, en dirección a la casa de .
en la puerta de calle la chinilla les salió a el encuentro y sin dar les tiempo a decir nada, les dijo:
— dice la señora que pasen adelante.
se adelantó golpeando las manos y apareció haciendo cortesías y sin acertar a decir otra cosa que:
— pasen... sí... pasen... pasen...
la puerta de la sala se abrió con grandes rechinamientos de los goznes y se presentaron en grupo la madre y las hijas haciendo cortesías, tosiendo, tirando se el vestido.
— mi tía .
— mi amigo, el señor .
— mi tío el señor , mis primas , y ...
— esta casa está a su disposición — prorrumpió sin poder dar en bola y entrando primero que las visitas a la sala.
la rueda se formó y reinó un instante de silencio.
— podías traer el candelabro, ; está un poco oscura la sala — dijo .
— está un poco oscura — murmuró como un eco agitando se en la silla.
— sí — repitió .
el gran candelabro fregado por apareció en la sala con sus tres velas y alumbró el cuadro más original que puede imaginar se el lector.
las tres muchachas y la madre eran unas máscaras. todo lo más chabacano, lo de el más refinado mal gusto lo tenían puesto.
había sacado a luz un vestido de damasco floreado, con el que se había casado: el vestido ancho, aglobado, duro y lleno de pliegues hacia la cintura, era bastante corto y dejaba ver un par de pies mal calzados con zapatos algo torcidos y medias coloradas.
en las manos se veían varios anillos con piedras, sobresaliendo uno de plata con un grueso brillante.
tenía pendientes de las orejas unas largas caravanas de oro con esmeraldas, y en el pecho un gran prendedor, con retrato, marco dorado y cadenita que se unía a el reloj colocado en la cintura con dos alfileres que brillaban acusando su existencia.
no hay que decir que aquel retrato era el de cuando tenía 35 años.
dos cintas de terciopelo chafado prendidas con alfileres hacían de pulseras, un enorme lazo en la cabeza y un inmenso abanico que tenía pintado de un lado el en erupción, completaban el traje de .
sus hijas tenían puestos vestidos de lanilla, con muchos colorinches, enmendados y corregidos, grandes flequillos sobre los ojos, adornos de todas clases, prendas iversas de oro y plata, cintas y sarandajas.
, más fea que nunca, tenía la nariz amoratada. los remedios caseros no habían conseguido hacer desaparecer los vestigios de el golpe paternal.
estaba casualmente l lado de . seguía después , luego , después , y en el sofá y .
— mi amigo — dijo —, me ha proporcionado la ocasión de conocer a .
— gracias — murmuró .
— la ocasión es para nosotros — dijo , colorado como un tomate.
oyó impasible aquel disparate. estaba dispuesto a todo con tal de llegar a su objeto.
— ¿tiene . familia? — preguntó .
— sí señora: tengo madre y dos hermanas...
— ¿muy crecidas? — interrumpió .
— son señoritas ya.
— tocarán el piano dijo muy resuelta .
— una de ellas, la mayor.
— ¿que se llama? — murmuró .
— . ¿y . tiene tres niñas?
— sí señor, las que . ve... y una que perdió a el nacer...
— un niñito que murió a el nacer, mi tío — exclamó . — ha dicho que mi tía a el nacer...
— eso es, eso es, me equivoqué.
— mucho calor... — dijo .
— es verdad señorita.
— ¡ah! ¡si es una cosa que se sofoca una! — chilló agitando convulsivamente el abanico.
— es la estación, señora; estamos en diciembre...
— la estación de las flores — dijo echando se para atrás con aire satisfecho y como si hubiera dicho algo notable.
— ¿el señor es afecto a el campo? — preguntó con la sonrisa más bondadosa de este mundo y pestañeando sin cesar.
— sí señor, me gusta mucho. tengo pasión por las flores.
— pero no hay como el aire de las estancias — replicó abriendo las narices como si lo respirara.
— es verdad, señor: hace mucho tiempo que tengo los más grandes deseos de dar un paseo...
— pues aproveche ., que yo me voy mañana...
— no puedo señor, son tantas mis ocupaciones.
— y a el señor lo que le ha de gustar es o : ¡la aristocracia! — dijo contoneando se la señora de .
— a el contrario, señora. soy el hombre más humilde y demócrata que . puede figurar se.
— qué gracioso está eso — interrumpió con una carcajada, que era su salida cuando no entendía algo.
— pues el día que usted quiera haremos un paseíto por el ...
— ¿cómo, señor?
— ¡ah! ¿no sabe usted que así se llama mi estancia?
— no sabía.
— pues sí, así se llama. hay un gran arroyo, un puente, mucha caza, grandes montes...
— ¡me da envidia lo que usted me dice! qué feliz es usted rodeado de sus cariñosas hijas, de su virtuosa esposa, con bienes de fortuna, a el menos los suficientes para vivir tranquilamente...
— ¡qué señor éste! — dijo , riendo se de buenas ganas. — es verdad que tengo alguna cosa...
— unas pocas vacas y ovejas — murmuró — ¡qué vale eso! en cambio el señor es...
— corredor... — interrumpió .
— de calles — dijo .
todos se rieron, pero ninguno como , que se secaba las lágrimas con el pañuelo y se apretaba el estómago como si se fuera a desmayar.
quiso seguir la broma con sonrisas, pero, la verdad sea dicha, no quedó muy en caja con la gracia de su amigo. sucede a menudo que hay bromas que, dichas inocentemente y sin intención alguna, van a sorprender secretos pensamientos o encierran verdades amargas: esto pasó con que, efectivamente, no era más que un simple corredor de... calles.
— un cigarrito negro — dijo , sacando una petaca de cuero negro y reluciente por el uso.
— , gracias...
— ¿paja de trigo? — preguntó .
— contestó .
— ¿por qué no fuma ., ? — se atrevió a murmurar dulcemente , sin levantar los ojos de el suelo.
— trate nos con toda confianza — terció —, ¿ya lo sabe .? fume, fume no más.
— fume . — repitió .
— fume . — agregó .
— ¿por qué no fuma .? — gritó — vamos a el escritorio: venga, vamos, pase con confianza, con confianza...
— es que... gracias.
— deje se de cumplimientos — dijo —, pase a el escritorio.
la familia toda se levantó como bandada que alza el vuelo, y he ahí como tuvo, quieras que no quieras, que pasar a el famoso escritorio de .
una vez en él y fumando como antiguos y buenos amigos, paseando se por el cuarto, se paró ante el magnífico cuadro que representaba la estancia de el .
— ¡hermoso establecimiento! — dijo cínicamente .
— ¡qué! no señor, una estancita, no más.
— yo tengo en vista un campo, cerca de el de usted.
— ¿qué me dice? ¿el de la coja o el de el tuerto? son los únicos por allí...
— eso es, el de la coja.
— es media legua.
— cabal. piden...
— seiscientos mil...
— no, quinientos... — dijo , mintiendo a más no poder.
— pues han bajado. el año pasado se formó testamentería por el hijo , el de el , y él me ofreció el campo. linda por un costado con el mío.
— vea como vamos a ser vecinos.
— ¡superior, amigo, superior! no hay como el negocio de campo: vea, este año yo he vendido la lana bien.
— ¿a cómo?
— a 130 pesos toda: es verdad que toda es fina...
— ¿y cuánto importaba toda? — volvió a preguntar insistiendo sobre lo que a él le importaba articularmente.
— como 260 y tantos mil pesos.
— buen producto. de modo que a el año la estancia le da...
— como cuatrocientos mil pesos, fuera los aumentos.
soñaba con todo aquello; vacas, carneros, ovejas, dinero en el banco, etc., etc.
sólo llevado de la mano de podía atravesar sobre un abismo a las riberas de la felicidad.
la familia entró en el escritorio y tomó asiento con un desparpajo asombroso. la chinilla soñolienta y con la cabeza revuelta apareció con el mate de plata que se lo pasaba de una mano a otra, tal estaba de caliente.
hizo proezas por mantener lo en las suyas, pero era aquello imposible de realizar: apercibida sacó su pañuelo empapado en agua florida y se lo pasó ruborosa a . éste miró a con fijeza, se acordó de el producto anual de la estancia y como un náufrago que se afana a una tabla de salvación dijo:
— lo acepto, señorita, porque es . quien me lo da.
carraspeó y se retorció las manos sacando se dos mentiras.
— podías dar le a el señor unas florcita — dijo .
se levantó y se perdió en las piezas interiores. el ramillete estaba preparado hacía seis horas y colocado en el memorable tocador de . a el enfrentar se a el espejo ésta se abalanzó a la caja de polvos, tomó el cisne y se dio veinte golpes en la cara con él, volviendo a el escritorio y dejando temblorosa en manos de las flores consabidas.
— , — dijo suspirando y añadió en voz casi imperceptible: — ¡las conservaré siempre conmigo!
se agitó en la silla poniendo se color tomate: aquella era una declaración y comprendiendo lo así quiso decir algo y no pudo. su corazón le latía dentro de el pecho como un tambor sobre el que se toca una llamada en son de alarma.
aquella pobre mujer, ridícula en su traje, fea de cara, sin educación, sin nociones casi de el lenguaje culto de la buena sociedad, sintió en su alma en aquel momento una ansiedad vaga mezclada a una tristeza profunda.
en pocos minutos y en una gran conmoción moral acababa de sentir agitar se en su cerebro una duda que abría un abismo ante sus ojos.
no hay mujer, por torpe e ignorante que sea, que no presienta las horas solemnes de su vida en que se juega su destino.
no hay mujer que no tenga en su corazón, si no en su cabeza, ese extraño y oculto sentimiento o esas súbitas revelaciones que la hacen capaz de el sacrificio o de el martirio.
había experimentado hasta aquel momento las emociones comunes a el atolondramiento y la monotonía de su vida: pero la mirada y las palabras de , aquella frente hermosa, aquel conjunto varonil, simpático, elegante, aquel timbre de voz, todo había producido, en un instante dado, una conmoción intensa de su ser, un sacudimiento de las fibras de el corazón, una opresión angustiosa en el pecho, un temblor nervioso en las manos y, por fin, había sobrevenido este pensamiento terrible que hizo palidecer su semblante a punto de dejar lo cadavérico:
— ¿será todo esto una burla? ¿seré yo el objeto de ella?
y en aquella lucha secreta y rápida, el orgullo de un corazón honrado se sintió herido y una lágrima brotó de los ojos de que pasó desapercibida a los demás, menos a que si hasta aquel momento se había reído para sus adentros de la gran farsa que allí representaba, se sintió muy incomodado por aquella escena que no estaba en su programa, seguramente.
él quería una comedia y bien podría resultar un drama.
, después de un momento, se levantó para retirar se, y así lo hizo con .
éste, ya en la calle, le dijo a su amigo:
— ¿y cómo le ha ido?
— perfectamente: ¡ es encantadora!
— ¿y qué hace, pues?
— hombre, ya veremos: yo soy pobre y ella rica y mi delicadeza...
— deje se de eso, mire: mi tío tiene necesidad de un hombre como usted para sus negocios: ni sabe lo que gana, no tiene administrador, él no más apunta en dos libretas. de seguro que todo eso lo había pensado...
— no me hable así, ; me ofenden sus palabras... — interrumpió en tono airado.
— ¿cómo? ¿por qué...?
— ¿qué tengo yo que hacer con la fortuna de ? precisamente es eso lo que me impide hace tiempo solicitar la mano de . lo que usted acaba de decir me encierra una verdadera ofensa, porque significaría que he pensado alguna vez que puedo llegar a ser partícipe de la fortuna de , que mi visita de hoy y cariño por son interesados, que soy un negociante ruin...
— amigo, usted no me ha entendido; le pido que me disculpe... yo no he tenido intención... tan luego usted...
no sabía qué decir, tan sorprendido y arrepentido estaba de sus propias palabras.
supo hábilmente reanudar amistades, quedando su amigo dominado por completo para el futuro.
cuando se despidieron, estrechó con entusiasmo la mano de .
— no me guarde resentimiento...
— no, amigo.
— dé me la seguridad de que seremos siempre muy amigos...
— la tiene.
a el salir y de la casa de , la familia de éste se entregó a los más entusiastas comentarios sobre el pretendiente.
los padres y las hermanas de hicieron las más grandes alabanzas de : por primera vez las opiniones de todos estaban de acuerdo. sólo estaba callada.
le increpó su falta de amabilidad.
— ¡si parecía que te habías tragado el palo de la escoba! ¡qué falta de atención! ¡qué indiferencia! ¡qué distracción para todo!
— ¿pero qué quería . que dijera?
— cualquier cosa — dijo .
— por supuesto — agregaron las hermanas —: es necesario que no lo pierdas, porque...
— yo no puedo rogar que me quieran: si viene por mí que me lo diga y veremos después...